“A veces las paredes no tienen que estar hechas de materia”. En todo momento, The Space Between (2019) utiliza el símbolo de los muros y las sábanas que separan dos realidades. Lo vemos al comenzar el juego, en la primera escena en la que Martin siente a Daniel a través de la sábana; es mencionado en las conversaciones; e incluso aparece en el propio título, donde la “T” de “The” hace de muro que separa las palabras “Space” y “Between”. El espacio que separa las cosas está en el centro de esta obra, y lo que representa es ambiguo, borroso (literalmente, expresado a través de la estética) y profundamente subjetivo. Sin embargo, tras reflexionarlo, he conseguido crear mi propio significado.
El juego, en mi humilde opinión, es un metacomentario acerca de la función del arte y su capacidad superior para conectar a las personas. Señala la profunda tragedia de la individualidad, que también es objeto de reflexión en el aclamado manganime Neon Genesis Evangelion (1995). En esta obra japonesa, el conflicto principal es, según considero, la trágica paradoja de la individualidad que, por un lado, nos hace necesitar la cercanía de otra persona y que, por otro, implica de forma obligatoria una separación de los demás; que dos personas sean individuos conlleva obligatoriamente que estén separados físicamente, por un “muro de materia”, y psíquicamente, como seres separados y emancipados, aislados por un “muro que no está hecho de materia”.
Como Neon Genesis Evangelion (Evangelion), The Space Between convierte esta paradoja en su tema principal y lo manifiesta a través de la constante simbología de aquello que separa dos realidades. En la mencionada primera escena, Martin logra sentir a Daniel, pero solo a través de la sábana, sin dejar de sentir esta muralla invencible que los separa y sin poder ver realmente a su amigo. La cercanía está forzosamente limitada por la propia individualidad.
Sin embargo, tanto este juego como la serie nipona ofrecen una solución, aunque son distintas. En Evangelion, exponen que el fin de la frontera que impide la absoluta cercanía debe ser el fin de la individualidad: la humanidad, para derrotar su enfermedad primigenia, la soledad, debe despedir a su individualidad para fusionarse en uno solo y ser infinitamente cercana. The Space Between, menos radical, parece ofrecer otra respuesta: unirse en el propio espacio que los separa, donde las personas pueden tocarse de verdad.
El espacio que propone Christoph Frey, creador del juego, es el arte, lugar donde el espectador puede vislumbrar al verdadero autor, unido a su obra, sin nada que lo obstaculice; el arte es el el espacio entre dos individuos en el que ambos pueden entrar y encontrarse de forma sincera. Es por ello que Martin se unió a su obra, entre las paredes del teatro, para que aquel que lo hallase lo viera en su verdadera forma, sin ninguna sábana que la oculte, donde no hay paredes de materia ni “paredes no hechas de materia”.
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